Estados de la materia



Los objetos en estado sólido se presentan como cuerpos de forma definida; sus átomos a menudo se entrelazan formando estructuras estrechas definidas, lo que les confiere la capacidad de soportar fuerzas sin deformación aparente. Son calificados generalmente como duros y resistentes, y en ellos las fuerzas de atracción son mayores que las de repulsión. 

En estado sólido me defino. Me ubico. Me conozco. En estado sólido soy más fuerte y más capaz. Más dura también, más resistente. En estado sólido soy impenetrable. Soy inercia. Pero también quebradiza. Un sólido no recupera su forma original cuando es deformado. Un sólido no se dobla, se parte. Por eso el escudo. El miedo. En estado sólido soy hielo. Me enfrío hasta congelarme porque si me derrito me evaporo.

Si se incrementa la temperatura, el sólido va perdiendo forma hasta desaparecer la estructura cristalina, alcanzando el estado líquido. Característica principal: la capacidad de fluir y adaptarse a la forma del recipiente que lo contiene.

 A temperatura ambiente soy agua. Fluyo, me escapo, me adapto. Soy ágil, flexible. No hay manera de partirme. En estado líquido soy indestructible. Libre. Valiente. Cuando soy agua no tengo miedo a dejarme llevar por la corriente. Y si me capturan me evaporo, hasta que la atomósfera me precipita de nuevo.

Se denomina gas al estado de agregación de la materia que no tiene forma ni volumen propio, por lo que se comprende que donde tenga espacio libre allí irán sus moléculas errantes y el gas se expandirá hasta llenar por completo cualquier recipiente.

En estado gaseoso no me encuentro. Me disperso tanto que me pierdo. Y me olvido de quién era. Pierdo mi forma para adoptar cualquier otra. No soy nada. Desaparezco pero estoy. Errante, perdida. En estado gaseoso deambulo apática hasta que una bajada de temperatura me congela.





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