El hombre de la armónica



Sonríe para nosotros. ¿No me reconocéis?, pregunta. Asegura haber salido una veintena de veces en televisión. Niego con la cabeza. Abre mucho los ojos y saca una armónica del bolsillo de su abrigo. Toca para nosotros el himno de un conocido equipo de fútbol. ¿Nada? Vuelvo a negar. El metro se detiene y entonces el sonríe. Puedo abrir la puerta con la mente, afirma. Y la puerta se abre. Y él sonríe aún más. ¿Ves? Y asiento. Y nos bajamos en la siguiente parada. Y aquí, bajo la ciudad, la magia de su sonrisa se pierde en la oscuridad del túnel del suburbano.



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