Brújula

Él buscaba siempre el norte. Tal vez porque vino de allí y, de algún modo, aquella morriña que a veces sentía le obligaba mantenerse siempre ubicado. Ella, sin embargo, siempre estaba desorientada. Puede que porque, por muy lejos que fuera, siempre acababa por regresar al punto de partida. Por azar, por destino o porque al final todos sus billetes terminaban por ser de ida y vuelta. Ya ves, él moviéndose por coordenadas y ella caminando sin rumbo. Como si no hubiera mapa capaz de contenerlos y, sin embargo, se cruzaron. Quizás porque, por despiste, ella perdió de vista su paralela. Es el peligro de caminar sin destino. O puede que su norte estuviera imantado. Da igual, porque el caso es que se cruzaron. Sin mapas, sin rumbo, sin brújula. Y todos los motivos dejaron de importar de golpe.

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