Ese último segundo


Escúchame, que se me enreda el tiempo en el pelo y no sé dónde me dejé aquel segundo. Aquel último segundo que tenía algo de nosotros aún prendido. Lo perdimos en algún lugar entre los cojines del sofá. Quizás se cayó bajo la cama. Hace demasiado tiempo y yo nunca llevo reloj. Tengo las muñecas vacías de ti. Y me he quedado helada. No sé dónde puse la ropa. Caminar bajo la lluvia desnuda me parecía tan buena idea... pero ahora tengo frío y no encuentro mi paraguas. Puede que esté en alguna de aquellas cajas. No sé, lo he olvidado casi todo. Qué raro, ¿verdad? Yo siempre tenía un detalle a mano. Una dato. Y ahora me cuesta hasta recordar que año era. Imagino que será mi manera de alejarme. Me gusta estar sola y bailar bajo la lluvia. Me hace feliz y, si aún pudiera llorar, no se notaría. Ya no espero que vengas a abrazarme cuando tiemblo. A veces, solo a veces, imagino que desaparezco. Y entonces todo es un poco mejor. Y me voy dejando caer, junto a las gotas de lluvia, deslizándome por la acera hasta colarme en una alcantarilla. Y qué fácil es dejarse llevar por la corriente, no te haces una idea. Qué fácil es cerrar los ojos y olvidarme de ese segundo que no encuentro, ese que, tal vez, se colase por el desagüe de la bañera. No sé, supongo que hace demasiado tiempo que a ninguno de los dos nos importa.


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