#RetoDistópico


Con la llegada del nuevo año y porque mi obsesión no conoce límites, se me ha ocurrido lanzar un reto distópico en enero (en principio, si la cosa funciona se podría incluso alargar). La idea es leer una distopía (o verla) a lo largo del mes y poner en común vuestras impresiones sobre la misma. Por supuesto, os recomiendo empezar por mi top 5, aunque más abajo daré más opciones. Todo son sugerencias, podéis innovar cuánto queráis (¡pero no me vayáis a mezclar ciencia ficción o literatura post-apocalíptica!).

-Nosotros, de Yevgeni Zamiatin.
-1984, de George Orwell.
-Un mundo feliz, de Aldous Huxley.
-Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.
-Espejismo, de Hugh Howey (en realidad es una trilogía).

De los cuales ya he hablado largo y tendido en anteriores ocasiones pero, si necesitáis que os refresque la memoria, tenéis mi lista de razones por las que deberíais leerlos aquí.

Entendiendo que muchos de vosotros ya las habréis leído (seguramente si os habéis planteado participar en este reto no seáis nuevos en este género), os dejo algunas sugerencias más a tener en cuenta:

-Battle Royale, de Koushun Takami. 

Battle Royale ocurre en una línea de tiempo alterna; según el prólogo del libro, Japón se ha convertido en un estado policial, conocido como la Gran República del Asia Oriental, abarcando ahora no solo el territorio de la isla, sino también lo que anteriormente se conocía como Korea y también poseyendo una gran influencia en el territorio chino. La novela relata la historia de una clase de un colegio elegida para participar en el "juego" llamado Battle Royale. Para controlar a la población, cada año escogen un grupo de alumnos al azar para que luchen a muerte. 42 estudiantes encerrados en una isla. Todo está permitido para ganar.  Tan sólo un estudiante puede sobrevivir.

Tenéis también una película y una serie manga basada en esta novela, por si preferís estos formatos.

- Hijos de hombres, de P.D. James

La capacidad reproductiva de la humanidad ha desaparecido súbitamente. Theo Faron vive en la Inglaterra post-Omega, un período deprimente en el que ya no hay futuro. Resignado, empieza a denunciar en su diario la sordidez de una sociedad en decadencia y el orden que pretende imponer su primo, el Guardián, el temible dictado r de Inglaterra. Todo cambia el día en que un grupo de jóvenes se propone deponer al tirano. Pero los revolucionarios sólo podrán triunfar con la ayuda de Theo.

Bajo mi punto de vista, bastante mejor la película.
 
-El fugitivo, de Stephen King.

A mediados del siglo XXI, un concurso televisivo cuyo principal atractivo es la muerte de los participantes bate récords de audiencia. Ben Richards, padre de una niña enferma y sumido en la más profunda miseria, decide concursar atraído por los extraordinarios premios, aun a sabiendas de que no sobrevivirá. Sometido a una i mplacable persecución, se plantea un único objetivo: resistir tantos días como sea posible para aumentar el premio y asegurar la subsistencia de su familia. Un aterrador futuro donde la televisión es la única realidad. 

La versión cinematográfica es de sobra conocida.

-La naranja mecánica, de Anthony Burgess. 

La naranja mecánica cuenta la historia del nadsat-adolescente Alex y sus tres drugos-amigos en un mundo de crueldad y destrucción. Alex tiene los principales atributos humanos: amor a la agresión, amor al lenguaje, amor a la belleza. Pero es joven y no ha entendido aún la verdadera importancia de la libertad, la que disfrut a de un modo violento. En cierto sentido vive en el edén, y sólo cuando cae (como en verdad le ocurre, desde una ventana) parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano.

La película, dirigida por Stanley Kubrick, es un clásico. 

-Leyes de Mercado, de Richard Morgan.

En un futuro no demasiado lejano, en el año 2041, la tierra está gobernada por poderosas multinacionales. Pese a que todavía existen los gobiernos, estos no son más que títeres en manos de ejecutivos ambiciosos y agresivos. Tan agresivos que los contratos mercantiles ya no se disputan en una sala de reuniones.
En este futuro distópico, si un ejecutivo desea conseguir ese contrato, debe participar en una carrera donde todo vale, incluso matar al adversario. Los coches se han convertido en auténticas máquinas de matar.
Chris Faulkner, protagonista de esta historia, es uno de estos jóvenes ejecutivos. El detesta este modo de vida. No obstante, se ha labrado una gran reputación y gracias a ello es contratado por una de las multinacionales más poderosas. Su puesto de trabajo será en el departamento de inversión de conflictos.
A partir de ese momento, veremos el deterioro moral de Chris. Como, poco a poco, va descendiendo en una espiral de violencia, drogas y sexo, introduciéndose cada vez más en un mundo que odia pero a la vez le hace sentir poderoso.

-El Círculo, de Dave Eggers.

Cuando a una joven le ofrecen trabajar para El Círculo, la empresa de Internet más potente y prometedora del momento, no se lo puede creer. Siendo la base de la empresa un entorno joven, moderno y universitario, la joven descubrirá que no todo es tan reluciente (o privado!) como nos cuentan. Un relato sobre la vida, las nuevas tecnologías, una crítica a las redes sociales y a la carencia de privacidad.

 -Congreso de futurología, de Stanislaw Lem.

Tras un período de hibernación, Tichy es reanimado en el año 2039 y encuentra un mun do en el que impera la paz y reina un bienestar general; en esa sociedad controlada por la “psiquímica”, se aprende y se ama por medio de productos químicos, los sentimientos son manipulados y toda espontaneidad ha dejado de existir. Bajo una apariencia exterior de abundancia y de confort, Tichy descubre, sin embargo, una realidad sobrecogedora que supera a la más fantástica alucinación.

-Las torres del olvido, de George Tuner.

Este título nos lo propone @emenegro. Las gigantescas torres ruinosas y abandonadas que se elevan hacia el cielo en los aledaños de la Melbourne de un futuro lejano son el último testimonio de una civilización que se autodestruyó a mediados del siglo XXI. Un brillante hombre de teatro pretende reconstruir lo que pudo ser la vida humana en aquellos ya lejanos años de convulsiones sociales, trastornos climáticos, superpoblación, carestía e irremediables crisis. Al hacerlo descubrirá nuestro mundo y el de nuestros hijos, el mismo que los habitantes de estas primeras décadas del siglo XXI estamos destruyendo con una extraña mezcla de saña, codicia y estupidez. El círculo vicioso está hoy a punto de cerrarse: faltan sólo unos años.

-El talón de hierro, de Jack London.

Un chivatazo de @multimaniaco. Publicada en 1908, de esta novela dijo León Trotski que era "una brillante anticipación del fascismo". La novela describe un mundo en el que la división entre clases se ha agravado, creando una poderosa oligarquía que mantiene el poder a través del miedo. «El Talón de Hierro» es el nombre que le otorga el obrero revolucionario Ernest Everhard al gobierno que la Oligarquía industrial construye en el siglo XX. El Talón de Hierro crea un sistema social dentro del cual toman la cúspide, y para apoyarse, se rodean con los sindicatos claves (metalurgia, transportes, comunicaciones, etcétera). Estos sindicatos favorecidos se transforman en "obreros de primera clase", frente a los "obreros de segunda clase", que son los sindicatos de otras funciones. De esta manera dividen el movimiento sindical, y gobiernan sin contrapeso posible, ya que los sindicatos favorecidos, sabedores de que sus prebendas derivan de la Oligarquía que rige el Talón de Hierro, se convierte en afín a sus intereses.

-Ready Player One, de Ernest Cline

Me resistía a  meter este libro en la lista porque, aunque el escenario de fondo es absolutamente distópico, la acción se me antoja más como un videojuego que como una distopía al uso. Pero, dado que es uno de los mejores libros que me he leído y, me temo, ha pasado bastante desapercibido para el gran público, lo sumo a la lista con una recomendación muy personal: leedlo, insensatos.
La trama, prometedora: Es el año 2044 y el mundo es un desastre. Las fuentes de energía fósiles están prácticamente agotadas y el precio del combustible está por las nubes. En medio de una enorme depresión a nivel mundial la mayoría de la gente subsiste como puede. Sin embargo un videojuego de realidad virtual llamado OASIS proporciona la vía de escape que las personas necesitan. La gente dedica más tiempo al juego que a la vida real misma. El juego ofrece todas las posibilidades imaginables y cualquier cosa es posible. El creador de OASIS es un enorme fan de los años 80, así como un fantástico programador de videojuegos que amasa una inmensa fortuna con su compañía GSS, que tiene como obra maestra OASIS. Tras su muerte se anuncia en un vídeo que el juego contiene un Huevo de pascua. Quien lo encuentre heredará toda su fortuna. El tiempo pasa hasta que tras cinco largos años Wade Watts, quien decide como tantos otros lanzarse a la carrera para encontrar el Huevo de Pascua, de pronto logra resolver uno de los rompecabezas que le acerca más a su meta. La competición es encarnizada entre los sixers, los empleados de una empresa llamada IOI que pretende hacerse con el control de OASIS, y los gunters, todas las demás personas, sea individualmente o en clanes. Así comienza una carrera frenética en la que la única solución para sobrevivir es ganar.


Para los más jóvenes también hay opciones. Os propongo dos sagas juveniles:

-Los juegos del hambre, de Suzanne Collins.

Los juegos del hambre se desarrolla en un país llamado Panem, lo que es en realidad una civilización postapocalíptica ubicada en lo que antes era América del Norte. El territorio se comprende de El Capitolio, que es la central del país, y trece estados que están bajo su control, los cuales son llamados distritos. Hace cerca de 100 años, el Distrito 13 inició una rebelión ante El Capitolio, donde se perdieron una enorme cantidad de vidas, además de la destrucción total de dicho distrito. Como castigo para evitar otros futuros levantamientos, El Capitolio creó un evento llamado «Los Juegos del Hambre», en donde anualmente los doce distritos sobrantes deben enviar dos tributos, un chico y una chica con edades entre los doce y los dieciocho para que lucharan a muerte en una arena hasta que solamente quedara uno, mientras todo Panem los observa a través de televisión.

Disponible en versión película, cómo ya sabréis.

-Divergente, de Veronica Roth.

Una futurista ciudad de Chicago tiene la población dividida en facciones, grupos de personas con singulares valores culturales, religiones y conductas. Cuando los jóvenes cumplen dieciséis años deben asistir a una Prueba de Aptitud la cual determina a qué facción pertenece cada uno, eligiendo vivir en la otra facción o quedarse con sus padres.

También hay película de esta saga.

Y, porque no todo van a ser novelas, podéis optar por alguna de estas opciones:

-Akira, de Katsuhiro Otomo.

Este manga se desarrolla en un ficticio1988. El mundo está al borde de la destrucción absoluta. La tecnología avanzada fue la causa de una terrible explosión que desencadenó una guerra nuclear y devastó las grandes ciudades del planeta. Treinta años después, sobre las ruinas de Tokio, se alza la megalópolis de Neo-Tokio, una ciudad opresiva e inhumana cargada de problemas como el desempleo, la violencia, la droga y el terrorismo. Las sectas religiosas y los grupos extremistas, aprovechándose de la insatisfacción de los ciudadanos, cultivan el mito de Akira, un "niño cobaya" depositario de la "energía absoluta" cuya resurrección significaría para Japón el amanecer de una nueva era.

-V de Vendetta, de Alan Moore y David Lloyd.

La historia de esta novela gráfica está ambientada en Gran Bretaña durante un futuro cercano y tras una guerra nuclear parcial, con gran parte del mundo destruido. En este futuro, un partido fascista ostenta el poder en el Reino Unido. Un misterioso revolucionario apodado "V", oculto tras una máscara de Guy Fawkes, empieza una elaborada y violenta campaña con el fin de derrocar el gobierno e incitar a la población a adoptar un modelo político-social diferente.

Su versión cinematográfica es de sobra conocida también.

-Watchmen, de Alan Moore.

Me llega esta propuesta por parte de @Elexpecial. Watchmen presenta una historia alternativa donde los superhéroes surgen en los años 1940 y 1960, ayudando a los Estados Unidos para ganar la Guerra de Vietnam. El país se está desplazando hacia una guerra nuclear con la Unión Soviética, los vigilantes disfrazados han sido declarados ilegales y la mayoría de los superhéroes anteriores se encuentran en retiro o trabajan para el gobierno. La historia se centra en el desarrollo personal y de las luchas de los protagonistas como una investigación sobre el asesinato de un superhéroe patrocinado por el gobierno que los saca de su retiro, y, finalmente, les lleva a enfrentarse a un complot que evita la guerra nuclear matando a millones de personas.


O, si lo preferís, por una película. Tenéis las adaptaciones anteriormente mencionadas o estos otros títulos que os sugiero a continuación.

-Rompenieves.

Un fallido experimento para solucionar el problema del calentamiento global casi acabó destruyendo la vida sobre la Tierra. Los únicos supervivientes fueron los pasajeros del Snowpiercer, un tren que recorre el mundo impulsado por un motor de movimiento eterno.

Podéis escuchar el podcast que grabé en colaboración con La Biblioteca de Trantor aquí. Además, es la Adaptación de la novela gráfica "Le Trasperceneige", escrita por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb.

-Total Recall.

En el año 2084, la guerra química devasta la tierra. Hay poca tierra habitable restante y se divide en dos territorios - la Federación Unida Británica (FUB) y la Colonia (Australia). Muchos residentes de la Colonia viajan a la FUB para trabajar en sus fábricas a través de "la caída", un tren gravitacional, que viaja a través de la Tierra. Mientras una resistencia que opera en la FUB busca mejorar la vida en la colonia.
La historia se centra alrededor de un obrero llamado Douglas Quaid, quien, cansado de su trabajo sin futuro y la existencia mediocre, decide visitar Rekall, una empresa de entretenimiento virtual que implanta recuerdos artificiales.

La versión de 2012 (protagonizada por Colin Farrell) es una libre adaptación del relato de Phillip K.Dick "Podemos recordarlo todo por usted". Si bien el relato, a mi parecer, es ciencia ficción pura, esta versión sí que podría ser considerada una distopía, dados los cambios introducidos en ella.  Sea como sea, no dejéis de leer a Phillip K.Dick, un verdadero genio.

-Equilibrium.

Después de una Tercera Guerra Mundial, las emociones humanas han quedado proscritas gubernamentalmente como causa de la decadencia humana, éstas son controladas mediante una droga sintética conocida como 'prozium'. Todo aquel ciudadano que se niegue a mantener su consumo continuado y elija tener emociones libres es calificado como un ofensor de sentidos y castigado con la pena de muerte.
Para vigilar y detener a los ofensores sensoriales, el gobierno (un único patriarca llamado 'padre' y un consejo) ha designado una unidad conocida como el Tetragrammaton compuesta por los clérigos, guerreros entrenados desde su niñez en un arte marcial que combina las armas de fuego, el combate cuerpo a cuerpo y el kendō para vigilar y contener a la humanidad dentro de cada ser viviente en 'Libria'. Al frente de esta unidad, se encuentra el clérigo John Preston  cuyo compañero comienza a comportarse extrañamente después de evitar sus dosis de prozium: ha comenzado a sentir.

Tenéis este magnífico podcast de La Biblioteca de Trantor sobre esta película. Una verdadera lástima no haber podido participar porque es una película para comentar, sin duda.

-La isla.

A mediados del siglo XXI, Lincoln Seis-Echo y Jordan Dos-Delta  son dos de los miles de supervivientes de una supuesta catástrofe ecológica que extinguió a casi toda la humanidad. Viven en un búnker militar bajo tierra junto al resto de los supervivientes y con la esperanza de ser seleccionados para ir a "La isla", el único lugar del mundo que no fue contaminado. Pero la curiosidad de Lincoln lo llevará a descubrir un secreto que pondrá en peligro su vida y la del resto de sus compañeros. Lo único que puede hacer es junto a Jordan, intentar sobrevivir en un mundo nuevo, sabiendo que son perseguidos por una extraña organización que quiere verlos muertos.

-La fuga de Logan

Es el año 2274, una catástrofe ha diezmado la vida en la Tierra. Algunos supervivientes viven en una cúpula gigantesca construida por sus antepasados en las cercanías de la ex capital de Estados Unidos, que los mantiene aislados del mundo exterior. El mantenimiento de la vida está a cargo de computadoras, y los habitantes viven una vida dedicada al ocio y el placer. Para mantener estable el número de habitantes, la reproducción se realiza por clonación, pero la longevidad está limitada a los 30 años de vida. Llegada dicha edad, hay que someterse a una ceremonia semirreligiosa llamada el Carrusel, en la cual hay que lanzarse al vacío de un anfiteatro para desaparecer flotando en el aire entre las aclamaciones de los otros habitantes más jóvenes. En el Carrusel, existe la esperanza del Renacimiento, una creencia en que si un ciudadano ha obedecido las leyes, se reencarnará en un clon que le sustituye. Si alguien desobedece, por el contrario, se considera que "desaparecen para siempre".

-Elysium

En el año 2159, los seres humanos se dividen en dos grupos: los ricos, que viven en la estación espacial Elysium, y todos los demás, que sobreviven como pueden en una Tierra devastada y superpoblada. Rhodes, una dura gobernante, promueve una rígida ley antimigración, cuyo objetivo es preservar el lujoso estilo de vida de los ciudadanos de la estación espacial. A pesar de ello, los habitantes de la Tierra harán todo lo posible por emigrar a Elysium. Max acepta una misión casi utópica, pero que, si tuviera éxito, significaría la conquista de la igualdad entre las personas de esos dos mundos tan opuestos.

-In time

Ambientada en una sociedad futura. El hallazgo de una fórmula contra el envejecimiento trae consigo no sólo superpoblación, sino también la transformación del tiempo en moneda de cambio que permite sufragar tanto lujos como necesidades. Los ricos pueden vivir para siempre, pero los demás tendrán que negociar cada minuto de vida, y los pobres mueren jóvenes. Tras conseguir, por casualidad, una inmensa cantidad de tiempo, Will , un joven obrero, será perseguido por unos policías corruptos, "los guardianes del tiempo". En su huida, toma como rehén a una joven de familia adinerada.

Ya sea leyendo una novela, un cómic o viendo una película, podéis sumaros a este #RetoDistópico utilizando el hashtag en Twitter o publicando un comentario en este post, sólo tenéis que indicar qué título habéis escogido y, si queréis, vuestra crítica u opinión sobre el mismo. No tenéis más excusa para no participar que la falta de ganas ;) 

 

 

Oxígeno


No es ningún secreto que no me gustan los finales. Los nudos depende, porque pueden llegar a ahogar o mantenerte anclado al suelo. Eso es algo que aprendí cuando ya apenas me quedaba oxígeno. También descubrí que no siempre estás donde se ubican tus pies. Lo sé porque me he perdido más veces de las que me he encontrado. Quizás porque, ahora entiendo, nunca supe bien quién era. Para aceptar eso, primero tuve que desconocerme del todo. Y, después, reconstruirme. Aquello me enseñó que a veces está bien reconocer que tenemos miedo. Sobre todo porque es la única manera que conozco de perderlo. Los miedos al final no son más que inseguridades. Tememos lo que no entendemos, lo incierto, lo que no podemos controlar. De mis miedos aprendí que las certezas terminan por ser rutina y que, en realidad, lo único que controlamos son nuestras propias acciones. Que a veces basta con encender la luz para comprender que tus fantasmas no eran más que una corriente de aire. Que para perder el miedo a las alturas lo mejor es saltar en paracaídas. Y, que si no puedes deshacer el nudo, quizás lo más sencillo sea cortarlo. No, eso último lo aprendí cuando me empujaron de un avión en marcha. Y no, no es cierto que se pueda salir ilesa de una caída desde esa altura. Siempre quedarán rasguños. Que el tiempo puede que cure, aunque siempre deja huella. Pero una piel sin imperfecciones es una piel que no ha vivido. De mis sonrisas quedarán arrugas. Y de mis cicatrices lo que aprendí de cada herida. Porque casi todo lo que importa duele. Que no hay sonrisa que no pueda ser lágrima. Que sentir es tirarse al mar de cabeza, tan impredecible como es, tan salvaje. Que todo lo demás son bañeras. Y, al final, creo que el resumen de todo lo que aprendí es que, aunque no me gusten, los finales existen porque mi propia existencia está condenada a extinguirse. Que no tiene sentido temer lo inevitable porque, entre tanto temblor, al final lo que te toca es pelear. Sobrevivir. Sobreponerte. Y seguir como puedas, combatir la tempestad, tragar agua. Que tus pulmones te recuerden de vez en cuando que estás vivo.

Nosotros, de Yevgueni Zamiatin


Hay libros que se vuelven especiales para uno desde la primera lectura. Son esos libros de los que hablamos con pasión, esos libros de los que parece que nos ofende que se hable mal, que no comprendemos que puedan no gustar, libros con los que nos identificamos casi sin darnos cuenta. Libros que pasan a formar parte de nuestra vida. Cuyos fragmentos memorizamos. Cuyos personajes se vuelven amigos. Esos libros cuyos autores nos hubiera gustado conocer. Mi libro, no tengo duda, es "Nosotros" de Yevgueni Zamiatin.

Lo supe desde la primera lectura. La historia de D-503, un ingeniero obsesionado con la raíz cuadrada de menos uno en la sociedad distópica del Estado Único, parecía haber sido escrita para mí.
Yo, el número D-503, el constructor del Integral, soy tan sólo uno de los muchos matemáticos del Estado único. Mi pluma, habituada a los números, no es capaz de crear una melodía de asonancias y ritmos. Solamente puedo reproducir lo que veo, lo que pienso y, decirlo más exactamente, lo que pensamos NOSOTROS, ésta es la palabra acertada, la palabra adecuada, y por esta razón quiero que mis anotaciones lleven por título NOSOTROS.
Así se presenta D-503, un matemático, un número más en ese Estado Único. En esta corta introducción Zamiatin establece la que será la base de su historia: el individuo frente al colectivo.  El yo contra el nosotros

Nosotros es una historia de matemáticas y de sentimientos. Es la historia de la raíz cuadrada de menos uno. Del número real enamorado del imaginario. Es una historia sobre la identidad, lo que somos frente a lo que debemos ser, lo que se espera de nosotros, lo que se nos obliga a ser. Es una historia de sumisión, de conformismo, de racionalidad. Y de cómo la tendencia natural del hombre hacia la irracionalidad, como sus sentimientos, terminan por romper con todo ello.
A toda ecuación, a cada figura geométrica, corresponde una línea curva o un cuerpo. Para las fórmulas irracionales, la raíz cuadrada de -1, no conocemos ningún cuerpo proporcional, puesto que no lo podemos ver...
 Al principio de la historia, D-503 es un número racional. Se define por la segunda persona del plural. Se engloba dentro del conjunto de los números reales. Es uno más. Cumple con el Estado Único. Con la Tabla de Leyes. Con los billetes rosas. Con O... Es un ingeniero del Estado Único, un ingeniero que habla con autoridad de unas matemáticas incompletas, de unas matemáticas sesgadas, limitadas por el omnipresente poder de un Estado que no le permite ver más allá del conjunto de números racionales. Que no le permite entender que la raíz cuadrada de menos uno es un número irracional porque, en lo limitado de su existencia, los números irracionales no existen. Es por ello que lo tacha de imaginario, porque en su ignorancia, lo que no puede ver no existe.
¿Cómo es posible que O y yo hayamos podido convivir durante tres largos años en plena armonía..., y ahora sólo sea suficiente una sola palabra acerca de la otra... acerca de I?... ¿Es que existen realmente todas estas sandeces del amor y de los celos en forma tan realista como la de los libros de nuestros antepasados?¿Y esto ha de sucederme a mí precisamente? ¿Precisamente a mí? Pero si sólo estoy constituido por igualdades, ecuaciones, fórmulas y cifras... Y ahora, de repente, me ocurre esto.
 Hasta que aparece I-330, la raíz cuadrada de menos uno. El número femenino que hará que todo lo que ha conocido hasta entonces D-503 deje de tener sentido. La mujer que le sacará del conjunto de los números reales para llevarle al de los números irracionales. I-330 es el detonador que hará saltar por los aires la realidad de D-503. El amor y el miedo, a partes iguales. Algo tan irracional como un sentimiento.
Por eso la amas. Le temes porque es más fuerte que tú, la odias porque le temes. La amas porque no puedes dominarla. Puesto que solamente cabe amar lo indomable.
Y es precisamente ese sentimiento el que devuelve su "yo". El individuo se separa del grupo, toma consciencia de su propia existencia. Ya no pertenece a ese nosotros del Estado Único porque su mundo ha cambiado. Su parte irracional ha aparecido y le ha hecho querer ser libre, independiente. Le ha liberado...
«Antes no había pertenecido a nadie», es lo que se me ocurre pensar; pero ahora ya no vivo en nuestro mundo racional, sino en el viejo, fantástico... En el de la raíz de -1...
¿Cómo puede el Estado Único recuperar a esa oveja que se aleja del rebaño? Con matemáticas, por supuesto. O, como años más tarde explicaría Orwell en "1984", no basta con el arrepentimiento, el objetivo es lograr la sumisión total del individuo, conseguir que el propio traidor acoja libre y voluntariamente el dominio del Gran Hermano. No muere el cuerpo, muere el individuo. Muere el amor. Sólo la renuncia absoluta puede devolver el yo al nosotros. En el caso de D-503, esta renuncia es llevada al plano físico mediante la extirpación de la fantasía.  De la irrealidad. De ese alma que se le había formado. Una muerte literal, tangible, real.
Cuando se quiere determinar la importancia real de una función, hay que llegar hasta su valor y resistencia límite; esto es absolutamente evidente. De modo que mi ridículo «disolverse en el cosmos» del que hablé ayer no es otra cosa, cuando se le quiere captar en una línea, que la muerte. Pues la muerte es la disolución total del yo en el cosmos. De ello se deduce: si el amor es designado con la letra L, la muerte con T, entonces L = f (T), lo cual significa que el amor es una función de la muerte...
Eliminar el individuo del sujeto. Dejar del humano una cáscara vacía, desprovista de sentimientos. Porque en el Estado Único de Nosotros, un estado matemático y científico, no hay cabida para las emociones. No hay sitio para la irracionalidad. En el Estado Único no existe nada que no se pueda ver. Y esa es precisamente su flaqueza.

Nosotros es una distopía pura, una pequeña joya que ha pasado desapercibida por la terrible censura a la que la URSS la sometió. Sin duda, supieron entender bien la feroz crítica que escondía esta sencilla novela.  Este libro es la semilla de la que más tarde germinaría la maravillosa "1984" de George Orwell (y sospecho que también "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, aunque él siempre lo negara).

Elementos recurrentes en toda distopía, como la pérdida absoluta de la privacidad, encuentran su origen aquí. ¿No es, acaso, lo que Zamiatin propone una sociedad que renuncia voluntariamente a su privacidad a cambio de seguridad? No es algo que se aleje en exceso de nuestra propia realidad.
Habitamos siempre en nuestras casas transparentes que parecen tejidas de aire, eternamente circundadas de luz. Nada tenemos que ocultar el uno al otro y, además, esta forma de vivir facilita la labor fatigosa e importante del Protector.
El control de la sexualidad. El Estado Único ha convertido el sexo en matemáticas. Es una idea que prácticamente copiaría Orwell años más tarde. Ante la imposibilidad de eliminar el sexo, se racionaliza. Se controla y entrega perfectamente estructurado a sus consumidores finales. El sexo se convierte en un medio para anular el amor, la pasión, el deseo. Sentimientos peligrosos como se observa claramente en esta historia, ya que impulsan al individuo a abandonar el conjunto en el que se encuentra sometido.
De modo que ya no existe ninguna base para la envidia, pues el denominador de la fracción de la felicidad está reducido a cero, mientras la fracción se torna en infinita. Lo que en nuestros antepasados era motivo y fuente de incontables e injustificadas tragedias, lo hemos transformado en una función agradablemente placentera y armoniosa.
 Una reflexión interesante que introduce Zamiatin es el miedo a la muerte. El reductio ad finem, todo se reduce al final. A la consciencia que el ser humano tiene sobre su propio final, la muerte. A esa necesidad que tenemos las personas de buscar una explicación, una razón, un motivo. Un algo, aunque sea ese cielo de juguete, porque es más sencillo creer en eso que en la nada. Me resulta llamativo que la muerte es algo que se tiende a normalizar en todas las sociedades distópicas. En la sociedad aparentemente utópica de Huxley la muerte se ha convertido en una parte más de esa cadena de montaje que crea seres humanos. Para Orwell no es algo que temer, lo verdaderamente preocupante es la vaporización, que es la negación misma de la existencia. Morir es mejor que no haber existido, que ser borrado de tu propia vida.

Existen ideas que parecen un recipiente de barro y otras que se diría que están hechas para la eternidad, de oro o de un cristal extraordinariamente precioso. Para determinar el material de una idea, solamente hace falta rociarla con un determinado ácido de efecto fulminante. Uno de estos ácidos ya era conocido por nuestros antepasados, el reductio ad finem. Creo que así lo llamaban entonces; pero temían este veneno, pues preferían ver algo palpable, fuese lo que fuese; preferían un cielo de juguete a la nada azul. Nosotros, en cambio, gracias al Protector, somos unos seres adultos y maduros que no necesitamos juguetes.
La colectividad como tema recurrente. Los uniformes de "1984", las castas de "Un mundo feliz", los niveles de "Espejismo"... en toda sociedades distópicas se busca englobar al individuo en un grupo, en un colectivo. La sensación de pertenencia a un todo es el pegamento que mantiene unidos a los eslabones más débiles. No es, en vano, el pilar sobre el que se asientan las sectas. Como bien explica Zamiatin, sentirse como la millonésima parte de una tonelada siempre tiene maayor magnitud que saber que eres un gramo. El todo siempre es más que la suma de sus partes.

Imaginémonos dos balanzas, una de las cuales contiene un gramo y la otra una tonelada; es como si en una estuviera el «yo» y en la otra el «nosotros» del Estado único. Consentir al «yo» cualquier derecho frente al Estado único sería lo mismo que mantener el criterio de que un gramo pueda equivaler a una tonelada. De ello se llega a la siguiente conclusión: la tonelada tiene derechos, y el gramo deberes, y el único camino natural de la nada a la magnitud es: olvidar que sólo eres un gramo y sentirte como una millonésima parte de la tonelada.
No falta, por supuesto, algo que siempre se incluye en todas las distopías: la organización política, pese a ser un totalitarismo evidente, se presenta como una libre elección de los ciudadanos o, en última instancia, como la salvación o alternativa única a un problema aún mayor, como es el caso de "1984". Nada que no nos pueda sonar familiar hoy día, me temo. 
El día de la Unanimidad nada tiene que ver, naturalmente, con aquellas elecciones desordenadas y desorganizadas de nuestros antepasados, cuyos resultados no se conocían de antemano. Nada hay más descabellado que fundar un estado sobre la base de una ciega casualidad.
Por último, aunque no menos importante, está la revolución. En toda distopía se presenta como la opción no deseable, pero no por ello inevitable. Toda sociedad distópica sabe que la revolución es solo una cuestión de tiempo, por eso se emplean en educar a sus ciudadanos en el miedo. Temer algo es la manera más fácil de posponerlo, aunque no de evitarlo. Como bien matiza I en este fragmento, no existe una última revolución. Las revoluciones son cíclicas, como la misma Historia. Todo tiende a repetirse.

- Eso es una locura. ¿Es que no te das cuenta de que lo que proyectas es una revolución?
- Sí, una revolución..., pero ¿por qué ha de ser una locura?
- Porque nuestra revolución fue la última de todas, ya no puede haber una nueva revolución. Esto lo sabe todo el mundo.
I enarcó burlonamente las cejas.
- Mi querido amigo, eres un matemático, y aun más, eres un filósofo. Por favor, mencióname la última cifra.
- ¿Qué quieres decir con esto?... no comprendo... ¿La última cifra?
- Sí, la última, la más elevada, la mayor de todas las magnitudes.
- Pero, I, ¿no te das cuenta de que todo esto no son más que tonterías? ¿No ves que la sucesión de números es infinita? Así, ¿qué clase de cifra quieres?
- ¿Y cuál es la última revolución que tú dices? No existe ninguna revolución final o última, como quieras llamarla, pues la cifra de las revoluciones es también infinita.


Y ahora, por supuesto, las opiniones de mis #Nosotronianos. Esa pequeña legión de lectores de Nosotros que he ido reuniendo a través de Twitter con el fin de hacer justicia a este gran título, que ha pasado injustamente inadvertido y que merece regresar al pódium distópico al que pertenece por derecho.

Podéis leer la reseña de @314dreams aquí, no os la perdáis porque es una reseña fabulosa. Rescato su conclusión final:
Personalmente veo reflejado en la sociedad de Nosotros la idea de Estado Utópico que pretendían los rusos con su revolución. La idea de perder la libertad personal, de dejarla a manos de alguien superior que maneje los tejidos de la sociedad para alcanzar una felicidad y un bien común, no es algo nuevo, ni algo que se haya perdido con los años. La idea sigue ahí, (juegan con ella incluso en la última película de El capitán América: El soldado de Invierno), y tengo la sensación de que estamos a un pequeño paso del abismo.

Esto es lo que opina @hutxu. Os copio un fragmento del email que me envió cuando pedí opiniones sobre la novela porque me parece magnífica la lectura que saca de la novela. Muy interesante.
La novela en sí es extraordinariamente actual pese a tener casi un siglo, maneja conceptos y situaciones nada antiguos, o quizá, son formas de control social arraigadas a nuestra condición, el caso es que todas las situaciones que nos describe el autor son aterradoramente familiares y más cercanas de lo que que sería deseable. No he podido evitar estar constantemente comparando Nosotros con 1984, tanto en los conceptos, como en las motivaciones de los personajes, es muy clara su influencia, el detonante de la conciencia es la aparición de una mujer, comienza saliendose de la rutina de las normas movido por la pasión y el deseo, pero una vez se resquebraja ese muro, por el entra algo más, se abren los ojos a una nueva realidad donde ya no valen las premisas y las mentiras del Estado Único, le crece un alma, el Yo va tomando conciencia y se apodera del Nosotros... entonces ya nada puede ser igual, se nos muestra lo dolorosa que es la libertad y la eterna tentación de aferrarnos a la comodidad y la seguridad que nos proporcionan las reglas, que piensen por nosotros, ser piezas de una maquinaria y no individuos, algo así debieron sentir muchos esclavos en el sur de Norteamérica cuando fueron liberados, un total desconcierto y mucho miedo. Así pues y como conclusión, pese a ser una distopía, quizá no pertenezca totalmente a la ficción, pues el miedo, la comodidad y la sumisión están siempre presente en nuestras vidas y la tentación a permanecer al calor del rebaño es tan antigua como el hombre.

Si alguien más ha leído la novela y quiere compartir sus impresiones, podéis enviarme comentarios por mail o por el blog, como siempre.

Lo que soy


Llevo escribiendo desde que aprendí a hacerlo. No, en serio, no recuerdo ni un sólo día de mi vida en el que no tuviera en la cabeza una historia o una idea sobre la que quisiera escribir. Recuerdo que desde pequeña he guardado carpetas llenas de folios con relatos en casa. Después fueron carpetas en el ordenador. Al principio me daba vergüenza escribir y las escondía. Nadie sabía lo que hacía, ni siquiera mis padres. Un día participé en un concurso del colegio y lo gané. Eso me animó y pensé que quizás no lo hiciera tan mal. Más tarde llegó Internet y su anonimato hizo que me decidiera a abrir un blog. Gracias a aquello conocí a otras personas como yo, que escribían más por necesidad que otra cosa. Estuve mucho tiempo oculta bajo un pseudónimo hasta que me cansé y decidí que ya era hora de usar mi verdadero nombre. Empecé a compartir mi afición con la gente de mi entorno. Me presenté a algún concurso, publicaron mi nombre en alguna revista tras haberlos ganado. Llegué a salir hasta en la radio. Fui perdiendo el miedo. Fui aceptando que yo escribo porque es lo que soy, porque es lo que sé hacer y lo que me gusta hacer. Aunque, sinceramente, nunca he pensado que fuera a vivir de ello. Yo tengo mi profesión y, aunque me encantaría vivir de lo que me apasiona, tampoco podría dejar de hacerlo. No es una afición más, es una necesidad. Como respirar, como comer.

Hace unos meses una profesora de una escuela de Nueva York  se puso en contacto conmigo: quería que escribiera historias para sus alumnos. ¿La idea? Acercar la historia y la cultura de nuestro país a los estudiantes a través de nuestro idioma. Me apasionó desde el primer instante y empecé de inmediato una colaboración que a día de hoy lleva más de 50 relatos. Este otoño, durante mi viaje  tuve la oportunidad de realizar una visita en persona a la escuela, donde pude conocer a los chicos y charlar con ellos sobre mi trabajo. No hay palabras para describir lo que supuso para mí ese momento. Ser consciente de lo que influía en ellos lo que yo había escrito, la manera en que habían aprendido gracias a mis cuentos. Cuando un mes más tarde recibí los relatos que ellos mismos habían escrito basándose en mis historias no pude quitarme la sonrisa de la cara en todo el día. Hoy me encuentro mis historias publicadas (en ebook, vale) y muero de emoción. No os hacéis a la idea de lo que supone para mí esto. No sólo estoy escribiendo, estoy enseñando...y es la sensación más maravillosa del mundo. 




Intangible



Tienen los futuros esa forma acuosa, resbaladiza de escurrirse entre los dedos. Están ahí, como atrapados, como encerrados en la cuenca que has formado entre tus manos hasta que de repente un mal movimiento o un golpe los vierte sobre el suelo. Y entonces te quedas con las manos mojadas y vacías. Frías aún, húmedas, pero sin nada. Y te tocas con la punta de los dedos la palma tratando de palpar la pérdida. Porque te cuesta entender que, en realidad, no se puede perder lo que nunca se ha tenido. Se pierde la idea o el sueño. Se pierden las ganas o las ilusiones. Pero el futuro tiene esa forma a medio construir, de serlo todo sin ser nada. Se tambalea cuando no estamos mirando y se hace intangible a poquitos. Lo que tienen los futuros es que no existen. Quieren, pero no son. Lo intentan pero a veces no pueden. A veces, simplemente, se pintaron más fuertes o más grandes de lo que en realidad serían jamás. Y, aún así, no decepcionan porque tienen un secreto: antes de caerse al suelo y partirse en pedacitos ellos ya son presente. El futuro vuelve a estar allí a lo lejos, inalcanzable. Vuelve a mojarte las manos con ilusiones. Y el presente, mientras tanto, se va rompiendo poco a poco ante tus ojos. Y te quedas ahí, con las manos húmedas y el alma resquebrajada, con la mirada perdida en el horizonte, como esperando a que otro futuro llegue hasta ti y esta vez no tropiece, a que esta vez no se quede hecho añicos junto a tus ganas.

Tránsito


Tiene el otoño el color de las hojas que caen al suelo olvidadas. Se pierden entre las pisadas con prisa que hay bajo los paraguas desplegados. Entre las gotas de lluvia que mojan las aceras. En los silencios húmedos de esta estación de paso. Se van enredando en el suelo, coloreando las aceras, dibujando sus contornos sobre el gris de la ciudad. Se van convirtiendo en lecho para los sueños del verano que termina, dejando desnudos a los árboles ante el invierno que llega.  A mitad de camino entre final y principio. Un poco como esas hojas que ya no están, pero que aún son. Como todo lo que perdemos pero no olvidamos, que se queda de algún modo enredado en nuestra historia hasta que una mañana el viento lo despega del suelo y nos deja así, sumidos en el invierno. Desnudos, solitarios, temblando.


Globos

Como si se hubieran desinflado los globos que ayer, repletos de helio, ondeaban en el cielo azul. ¡Qué coloridos eran entonces! ¡Qué vivos! ¡Qué hermosos! Hoy, sin embargo, los mismos de ayer se me antojan marchitos. Y no sé si es cuestión de aire o de mi mirada, que ya no es la misma. Quizás sólo sea que no los alcancé a tiempo, que no pude volar hasta situarme a su altura. ¡Qué apagados ahora, lánguidos, vacíos sobre el suelo! ¡Qué tristes, qué solos! Pero no suelto la cuerda, aún así. La aprieto entre mis dedos como si esperara que volvieran a flotar de nuevo. Como si soltarla implicara perderlos para siempre. Y no quiero, me niego a perder ese brillo que alguna vez tuvieron. Qué tristes los finales, por vencidos que estén. Qué definitivos, qué rotundos. Yo lo que quiero es un principio eterno. De brillantes globos de colores y cielos azules de nubes blancas. Yo lo que quiero es quedarme suspendida en el aire y no pisar jamás el suelo. Cerrar los ojos con fuerza para que esos viejos globos desinflados sigan flotando así en mi memoria, como si nunca nada hubiera cambiado. Como si todo fuera ese instante en el que todo era perfecto.

New York State of Mind

Es Nueva York una ciudad hipodérmica. Se cuela bajo la piel. No te envuelve, no. Nueva York se te mete dentro, pasa a formar parte de ti. Nueva York es una ciudad indómita, rebelde, salvaje. Pertenece a quienes la habitan y a quienes están de paso, se deja querer, se deja admirar, saborear, escuchar... pero no pertenece a nadie porque nos pertenece a todos. Porque Nueva York es una ciudad que te acoge, que te acepta, que no te juzga. Es una ciudad donde todo parece posible, donde no existe el miedo al fracaso. La ciudad es el sueño, es por eso que sabes que cualquier cosa podría cumplirse aquí. Porque parece imposible sentirse a solas con la ciudad en medio de una Times Square abarrotado de gente. Y, sin embargo, pasa. De repente todo el ruido, los empujones, las prisas... todo desaparece y te quedas a solas en medio del corazón de la gran manzana, con el reflejo de las luces de neón en las retinas, como si por un instante el tiempo se hubiera detenido.Y esa intimidad lo es todo. De repente entiendes que Nueva York nunca será más que un amor platónico, jamás correspondido. Un segundo, un momento. Que la ciudad se deja despeinar por ti pero no te besa. Es de asfalto, como sus calles. De hormigón, como sus edificios. Dura, impertubable, inaccesible. Dañina. Nueva York te devorará si la dejas, advierten sus fachadas... pero no se dejará morder por ti, omiten.

Diario de Nueva York (índice)
Día 1: La chica del banjo
Día 2: Distancias
Día 3: Las ardillas de Washington Square
Día 4: Los patos de Central Park
Día 5: Reencuentros
Día 6: Lluvia
Día 7: De Harlem a Brooklyn
Día 8: Un paseo por Washington DC
Día 9: Empire State of Mind
Día 10: Mudanza
Día 11: Long Island
Día 12: Descubriendo Brooklyn
Día 13: Sábado de lluvia
Día 14: Smorgasburg
Día 15: Boston
Día 16: Roosevelt Island
Día 17: Philadelphia
Día 18: Bushwick
Día 19: La última noche
Día 20: Despedida y cierre


Diario de Nueva York


Me voy. No sé aún si a encontrarme o a perderme. Me voy a saltar charcos en Central Park, a ver a la Gran Manzana convertirse en calabaza, a romper los candados que me dejé en el puente de Brooklyn, a tratar de encontrar la mejor New York cheesecake, a subir por la Quinta Avenida en taxi, a ver mi reflejo en el escaparate de Tiffanys, a atreverme con Harlem, a recorrer Brooklyn en bicicleta, a regatear en Chinatown, a sentarme en las escaleras del Met, a comerme un bagel a los pies del Empire State, a tomar fotos desde el Top of the Rock, a coger un ferry rumbo a Staten Island, a tocar el piano gigante de FAO, a pasear sin prisas por el East Village, a comerme un cupcake en Magnolia Bakery... Voy a repetir las cosas que ya he hecho, a hacer las que nunca pude hacer, a descubrir las que ni siquiera sabía que existieran. 

Y, si queréis acompañarme, estaré por aquí... 

ny.greenpeeptoes.es

;)

Movimiento


Si fuésemos, no sé, un movimiento rectilíneo uniforme yo podría suponer que avanzamos a velocidad constante. Siendo nuestra aceleración nula, sabiendo que x=v.t y teniendo por seguras dos de tres variables, yo podría calcular con precisión la velocidad y el sentido de nuestra trayectoria. Tendría una magnitud vectorial que determinaría hacia dónde vamos. Sabría con exactitud dónde y cómo localizarnos en cada punto del trayecto. Seríamos predecibles, pero constantes.

Podríamos ser también un movimiento circular uniforme. Entonces nuestra velocidad sería tangente a nuestra trayectoria y, aunque siempre giraríamos en torno a un eje, estaríamos dando vueltas en círculos. Nuestra velocidad sería constante en magnitud pero no en dirección. Sin altibajos, pero sin avances. Seguro, pero aburrido.

Aunque si fuésemos un movimiento rectilíneo uniformemente acelerado nos moveríamos en línea recta con aceleración constante. Esto implicaría que cada día sería más que el anterior pero mucho menos que el previo. La fórmula que nos definiría ( x(t) = \frac {1}{2} a t^2  + v_0t + x_0 ) tendría en cuenta nuestra velocidad inicial pero también nuestro punto de partida. Seríamos lo que somos más el lugar del que venimos y lo que hemos recorrido hasta llegar aquí. Tendríamos, eso sí, que cuidarnos de que la aceleración se mantuviera constante. De que no intervinieran fuerzas de rozamiento que pudieran frenar nuestro avance. Difícil, inconstante, impredecible, con altibajos, inseguro, divertido... real.

Inevitable

Hagamos de los metros milímetros.
De los silencios, ruido.
De los suspiros, besos.
De los teoremas, sueños.

Hagamos con las palabras
el mapa de nuestros cuerpos.
De las veces que me ganas.
De las veces que te pierdo.
De la derrota pactada
entre deseo y anhelo.

Hagamos de cada adiós
un hasta luego.
De mordernos en los labios
cada te echo de menos.
De saber inevitable
lo que ninguno entendemos.



Pretérito imperfecto

Tiene el pretérito imperfecto una forma incierta de dar miedo. Habla de todo lo que queremos y no podemos tener. De todo lo que pudo ser y no fue. Habla de todas esas cosas que terminan aún antes de empezar. De lo que nos asusta intentar. De lo que desearíamos haber hecho. Los pretéritos imperfectos son posibilidades que acabaron siendo imposibles. Son anhelos, pero también son miedos. Son esa forma del lenguaje que nos permite soñar de manera inocente con lo que nuestra realidad nos impide. Que nos encubre al decir lo que no nos atreveríamos a pronunciar sin coartada. Son disimulo. Discrección. Eufemismos. Son también todos los "y si..." que hemos ido acumulando en los bolsillos a lo largo de los años. Los que empiezan a pesar y a ralentizar nuestros pasos. Son esa otra persona que podríamos ser ahora si las cosas hubieran sido distintas. Son el futuro que perdimos en el pasado que no supimos defender. En el pasado en el que nos rendimos. Son arrepentimiento. Nostalgia. Incertidumbre. Los pretéritos imperfectos son como las promesas que no se cumplen, los trenes que no se toman, las palabras que no se dicen. Los pretéritos imperfectos mueren, de algún modo, mucho antes de haber nacido. Y se quedan temblando en los labios de uno, como si tuvieran miedo. Como si todo el miedo que tuvimos entonces fuera el que les ha dado forma.

Aquí, ahora, conmigo.



Me gusta quedarme toda la noche en vela leyendo porque una historia me ha atrapado de tal manera que no puedo dejarla a medias. Dejarme llevar por la cámara y encontrarme con momentos que no hubieran existido si yo no hubiera estado allí para atraparlos. Que me cuenten que sonrieron con algo que yo escribí. O que lloraron. Que confíen en mí. Que me deseen buenas noches. Contar una de mis muchas teorías y que la persona a la que se la estoy contando abra mucho los ojos, como si yo acabara de poner palabras a un pensamiento que ya tenía. Apasionarme por las cosas que me gustan de verdad. Contagiar esa pasión a otra persona. La sincronicidad. Las conversaciones sin relojes ni smartphones involucrados. Bailar. Descubrir que puedo hacer algo que creía que no podía hacer. Dormir (principalmente la siesta).e creque transcurrenra mucho los ojos, como si yo acabara de poner palabras a un pensamiento qu Indentar. Inventarme diccionarios enteros. El chocolate. Los regalices de cereza. Que me descubran una película, un libro o una serie absolutamente perfecta que yo desconocía. Quedarme en el coche aunque llegue tarde porque en la radio están poniendo esa canción que me gusta tanto. Las discusiones que me obligan a pensar. La impuntualidad cuando estoy esperando con un buen libro o una lista de música que alguien ha grabado para mí y aún no he escuchado por completo. La sonrisa de mis sobrinas. Aprender cosas nuevas. Cocinar. Sobre todo la repostería. Que me digan la verdad, aunque a veces duela. Ese grado de amistad en el que puedes decir lo que piensas sin pararte a pensar lo que vas a decir antes. Las zonas libres de credulidad. Sonreír. Las listas. Volar. La comida de los aviones (por forma, no por sabor). Los pequeños detalles. Encontrar algo que creía perdido. El orden. Sorprender. Las croquetas. Despertarme antes de que suene la alarma porque ya no tengo sueño. Reírme a carcajadas. Volver a ver a alguien después de mucho tiempo y sentir que todo sigue igual. Saber que puedo confiar en alguien. Escuchar. Despertarme con el mismo pensamiento que tenía en la cabeza cuando me dormí. Las matemáticas. Más aún, las matemáticas cuando se mezclan con la literatura. Sumar. Sentir que estoy haciendo bien las cosas. Y, sobre todo, me gusta la sensación de no querer estar en ningún otro lugar, en ninguna otra vida, en ningún otro momento… la sensación de que todo es perfecto aquí, ahora, conmigo.