Distinto


Con él las cosas solían ser siempre diferentes. Huía de la normalidad. Decía que quería ser distinto pero, en realidad, lo que no quería era ser común. Corriente. Por eso se pasaba la vida esquivando la zona de confort. Procuraba hacerlo todo de la manera difícil. Hasta ir al cine con él era una aventura. Un reto. Le gustaba el riesgo, aseguraba. Había, incluso, encontrado la forma de hacer de ello su profesión. Nunca sabías lo que te ibas a encontrar cuando le encontrabas. Porque, eso sí, a él tenías que encontrarle. Por casualidad o por destino, quién sabe. Lo que sí era seguro era que jamás formaría parte de las citas de tu agenda. Con él todo sucedía, jamás se planeaba. Y siempre sucedía algo.

Huía de las rutinas. De los hábitos. De las costumbres. Solía salir corriendo de los lugares que comenzaban a resultarle familiares. Se alejaba de las personas tan pronto como empezaba a memorizar sus nombres. Cada día algo nuevo, decía. Y prometía con voz firme que él no le tenía miedo a nada.

Entonces llegó ella. Inesperada. Como todo en su vida. O tal vez no. Tal vez se había pasado media vida esperándola. Una vida entera. Y, desde el primer instante, su nombre se grabó en su cabeza. Tanto que, por mucho que corriera, jamás lograba alejarse lo suficiente. Y, a veces, solo  a veces, planeaba la manera de volver a verla. Otras se limitaba a planear la forma de no hacerlo. Porque él, que no tenía miedo a nada, tenía miedo a aquella sensación. La de querer hacer de alguien una rutina. La de querer convertir una boca en costumbre. Pero, sobre todo, tenía miedo a querer ser normal solo por estar a su lado.



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