¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?


Seguramente todos, o la mayoría de vosotros, conoceréis de sobra el argumento de "Blade Runner". En un futuro próximo, donde una nube de polvo radioactivo cubre el planeta Tierra, la mayoría de sus habitantes se han visto obligados a emigrar a las colonias. La posesión de una mascota, mejor cuanto más rara y exclusiva, constituye un símbolo de estatus social. Es por ello que no tardan en aparecer animales eléctricos, réplicas exactas de los auténticos pero cuyo precio es significativamente menor.

Curiosamente esta última parte, que apenas fue mencionada de pasada por Ridley Scott en la película, es la que más ha llamado mi atención en la novela. Me parece sublime la manera en que Phillip K.Dick consigue condensar un tema tan complejo, reduciéndolo a un detalle tan aparentemente simple: las apariencias. Eso que lleva al ser humano en un mundo casi apocalíptico a preocuparse por la posesión de un animal, a ser posible en peligro de extinción. Y, si no lo consigue, al menos lograr que el vecino de al lado no lo sepa. Engañar al mundo entero ante la imposibilidad de engañarse a sí mismo.

Leyendo la conversación entre Deckard y su vecino pensé en las charlas de ascensor y en cuántas de ellas no transcurrirían de la misma manera: tratando de ocultar la existencia de una oveja eléctrica en la terraza. Ese hecho tan avergonzante, que no lo es en absoluto, pero que nosotros mismos hemos interiorizado como bochornoso. Esas muestras de un supuesto estatus que, poseamos en verdad o no, tratamos de mostrar en público para que así los demás crean que nos pertenece.

El hecho de que el protagonista de esta novela, escrita en 1968, tuviera unas preocupaciones tan similares a las que podemos encontrar hoy día da qué pensar. Sé bien que el tema principal de la historia es esa doble moral entre androides y humanos y me llama la atención, sobre todo, que se cuestionen la humanidad de los androides unas personas que han de recurrir a una máquina de emociones para sentir algo, pero considero que es algo de lo que se ha hablado recurrentemente y no me creo en posesión de una opinión al respecto que no haya sido expuesta ya.

Me inquieta más la sociedad que se nos presenta. Esa sociedad dividida en dos grandes grupos: quienes, seducidos por la promesa de un androide doméstico, han abandonado el planeta y quienes aún aguantan en él, luchando por aparentar una normalidad que ya no existe. En el fondo es la historia de siempre. Los que viven ajenos a una realidad que saben que está ahí pero que quieren creer que desaparecerá si no se la mira directamente a los ojos y los que están sumidos en ella pero tratan de fingir que no.

Es tal vez por eso por lo que hemos creado una sociedad en la que es preferible renunciar a un plato caliente de lentejas en la mesa que al último iPad. Una sociedad en la que los niños piden juguetes que sus padres no pueden pagar y, aún así, los consiguen. Una sociedad en la que el precio de una camisa depende del logotipo que lleve bordado en ella y no de la calidad de sus materiales. Una sociedad en la que nada dura lo suficiente como para llegar a estropearse porque siempre habrá algo más nuevo, más bonito, mejor. Una sociedad en la que el bien y el mal se anuncian por televisión, en la que nos hemos acostumbrado a que nos digan qué queremos, qué deseamos, qué necesitamos. En la que nada parece ser nunca suficiente porque, cuando conseguimos estar donde nos han dicho que deberíamos estar, las reglas del juego cambian de nuevo. Y este simple cambio de criterio hace que lo que ya habíamos logrado de pronto se vea menos brillante, menos satisfactorio, dejándonos de nuevo sometidos a esa nueva necesidad impuesta desde fuera.

Quizás todo se reduzca a que, de tanto soñar con ovejas eléctricas, hayamos terminado por convertirnos en una. 





Distopías: Interpretaciones políticas y sociales.

Puedes leer la primera parte de este artículo aquí si quieres conocer las tres obras sometidas a estudio. 


 Mucho se ha hablado de las connotaciones políticas de 1984 y Nosotros. En ambos casos, se dice que sus autores pretendían hacer una crítica al comunismo ruso. Orwell era un antiestalinista declarado, de hecho su obra Rebelión en la granja critica ferozmente la corrupción de los ideales socialistas en la Revolución Rusa de Stalin. Yevgeni Zamiatin, que se unió a los bolcheviques mientras cursaba sus estudios de ingeniería naval en San Petersburgo, fue arrestado durante la revolución y exiliado. Pero antes de continuar será necesario repasar brevemente el marco histórico en el que se ubican estas publicaciones.

Nosotros (1921)
 Escrita tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Zamiatin pasó los primeros años de esta guerra en Inglaterra, construyendo buques rompehielos para su país natal. Regresó a Rusia en 1917, donde se dedicó a la ingeniería naval y se mantuvo alejado de la política, decepcionado por la revolución en la que había participado (Revolución Rusa).
Esta obra estuvo prohibida en la URSS hasta 1988. 

1984 (1949)
 Escrita tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la Guerra Civil Española (1936 -1939) en la que Orwell había participado como miliciano del POUM, tal como reflejó en su obra Homenaje a Cataluña (1938) en la que critica el control estalinista del Partido Comunista de España y las mentiras que se usaban como propaganda para la manipulación informativa. Este partido se autodefinía como marxista revolucionario en oposición al marxismo-leninismo ortodoxo.


 Leyendo esto, descubrimos que es más que evidente la influencia marxista en estos dos autores y el desencanto de ambos con Lenin pero, ¿existen realmente similitudes entre el leninismo y los gobiernos totalitarios reflejados en sus obras? 

 Empezaremos por 1984 donde la primera similitud que encontramos, y quizás la más obvia, es el sistema de castas en las que se basa la sociedad de Oceanía, territorio en el que reside el protagonista. De hecho la casta inferior, los 'proles' es una alusión directa al proletariado, palabra rescatada por Marx de la Roma Imperial para el Manfiesto Comunista.

 El partido político gobernante en este ficticio país es el Ingsoc, socialismo inglés. Es llamativo que el partido que preside un gobierno totalitario, como es el del Gran Hermano, responda al nombre de socialismo. Sin embargo, la filosofía del Ingsoc es mucho más simple y puede resumirse en una sola palabra: poder.

 El personaje del Gran Hermano responde a la figura de un dictador, como Hitler o Stalin, si bien es éste último con el que parece tener más similitudes. La primera de ellas es su enemistad con Trotsky, que podría verse reflejado en el ficticio Emmanuel Goldstein (curiosamente ambos son de origen judío). La segunda es el poder que adquirió Stalin a lo largo de su carrera política, un poder que sorprendió y preocupó al propio Lenin. Los escritos que éste último realizó para pedir que Stalin fuera apartado con el fin de evitar una posible escisión del partido fueron ocultados por el propio afectado, aprovechando que la enfermedad de Lenin le impediría asistir al Congreso.

 Tras la muerte de Lenin, el liderazgo del partido estaba en juego. En un intento de parecer el más leal al fallecido líder de los tres candidatos (Trotsky, Stalin y Bujarin), Stalin organizó su funeral e impidió mediante engaños que Trotsky asistiera al mismo. También se manipularon fotografías de la revolución para eliminar de ellas a los opositores de Stalin. Estos hechos son, posiblemente, los que inspiraron las bases del Ministerio de la Verdad de Orwell, ese órgano ominipotente capaz de moldear la realidad, tanto pasada como presente. Aunque, sin duda, la forma definitiva la tomó del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, creado por el propio Hitler y presidido por Goebbles.

 Asimismo, la policía del pensamiento ideada por el británico guarda inquietantes similitudes con la NKVD soviética, cuyos jefes respondían ante el propio Stalin una vez se hizo con el control del partido y el poder absoluto. Pero también resulta obvia su semejanza con la Gestapo nazi, cuyo principal objetivo era combatir todas las tendencias peligrosas para el Estado. Tendencias que podrían haberse definido, utilizando la neolengua, como crimentales.

 Si bien esta  neolengua encuentra sus orígenes en la propaganda soviética y nazi, sorprende descubrir que también se encuentra influida por la Guerra Civil española ya que, en palabras del propio Orwell "en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente." De hecho, esto último podría ser concebido como doblepensar, una acción mucho más compleja y elaborada que una simple mentira.

Por último, pero no menos importante, está la habitación 101. Sus orígenes podrían residir en la psiquiatría represiva utilizada en la Unión soviética, utilizada para desacreditar y destruir física y mentalmente a los presos políticos. Algo que podría resumir muy bien la tortura que sufre Winston Smith en 1984.

 Se puede afirmar que sí, Orwell se inspiró en el gobierno de Stalin, pero también lo hizo en el de Hitler y los nazis. Difiero de la conclusión general que interpreta esta obra como una critica al comunismo. Bajo mi punto de vista, Orwell es muy claro en su crítica. Lo que le preocupa, lo que trata de denunciar en 1984 es el abuso de poder y el totalitarismo. El poder sobre el que escribe Orwell en sus obras es capaz de corromper todo y a todos. Ningún gobierno está a salvo de él, ni nuestra idolatrada democracia lo está. Seguramente, si Orwell hubiera vivido en nuestra época, habría encontrado inspiración en fuentes no muy lejanas a nosotros mismos. En su día hablé de la neolengua, tan presente últimamente en los discursos de nuestros políticos, pero no nos cuesta tampoco encontrar posibles ejemplos para otros puntos claves de la citada novela. El crimental bien podría basarse en las últimas detenciones e identificaciones 'preventivas' llevadas a cabo por la policía y el doblepensamiento es una práctica que nuestros representantes políticos tienen ya dominada.


En Nosotros las influencias son más evidentes y tal vez más escasas. Hay que tener presente que su autor era ruso y participó activamente en la Revolución Rusa, junto a los bolcheviques. No es de extrañar, por tanto, que encontrara inspiración en la realidad que estaba viviendo personalmente.

Lo primero que salta a la vista es que el trabajo del protagonista, la construcción de una nave para el Estado conocida como "Integral", guarda gran similitud con el que realizó el autor en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial.

La misión encomendada por el Estado a los 'números' recuerda también a la propaganda soviética. En aquella época y debido a que la mayoría de la población era analfabeta, se recurría a la cartelería y al cine como medios para difundir el ideal comunista e infundir un sentimiento patriótico en los ciudadanos. Prácticamente el mismo objetivo perseguido en Nosotros, solo que en este caso los destinatarios son otros.

La máquina del Protector podría guardar cierto parecido con el Terror Rojo, utilizado por los bolcheviques para mantener su aún inestable poder. Aunque el método utilizado no se asemeja, la finalidad perseguida sí es la misma. Durante este periodo y el del Terror Blanco era también frecuente que se delatase a los miembros de los diferentes bandos, algo que aparece varias veces reflejado a lo largo de la novela.

Bajo mi punto de vista, Zamiatin sí recurre a su entorno para darle forma a su novela, pero realiza un gran ejercicio de imaginación en muchos de los planteamientos de ésta. Quizás por ello, la realidad presentada en Nosotros resulta mucho más lejana que la que podemos encontrar en  1984, inquietantemente familiar.

La diferencia clave en este punto es la manera en que los personajes, la sociedad, recibe la realidad que está viviendo. Mientras en Nosotros podemos encontrar un conformismo social mayoritario, en 1984 vemos un panorama muy diferente. Orwell deja al grueso de la población al margen de la política (los proles) y muestras distintas opiniones al respecto en el resto.

Quizás el conformismo social resulte más evidente en Nosotros al ser el propio protagonista quien se manifiesta abiertamente partidario del Estado. D-503 no se limita a aceptar su realidad, la acoge con júbilo y satisfacción. De hecho, son frecuentes los comentarios evaluando de manera negativa los usos y costumbres del pasado, que se le antojan salvajes e insostenibles.

En contraposición, tenemos a Winston Smith, un miembro del Partido exterior que realiza su trabajo con resignación pero que se muestra escéptico ante todo lo que le rodea. Winston no acepta la realidad que el Partido le ofrece con la misma facilidad que otros personajes de la obra pueden hacerlo, pero no es el único. Julia interpreta las represivas normas de Partido a su antojo, utilizando los recursos que se le ofrecen para obrar a su antojo. No se muestra convencida como otros personajes, que acogen con entusiasmo las doctrinas del Gran Hermano. Ejemplos de esto son O'Brien o Syme.

Sin embargo, puede que quien mejor refleje el "aborregamiento" necesario para que un Estado totalitario funcione sea Huxley. En Un mundo feliz encontramos una sociedad adormecida, comprada con una felicidad prefabricada. Una sociedad que se parece enormemente a la que podemos encontrar hoy en cualquier país capitalista (seguramente se os ocurra más de uno). No es casualidad: Huxley vivió la Revolución Industrial. De la mano de Henry Ford y la producción en cadena la sociedad cambió radicalmente. Con esta revolución llegaron los proletarios y el consumo masivo.

La sociedad que nos presenta Huxley, un caldo de cultivo para gobiernos totalitarios, no es tan diferente de la nuestra como puede parecer en una primera lectura. De hecho, la producción de seres humanos en cadena que Un mundo feliz nos muestra me parece una crítica feroz y de lo más acertada. La droga, "soma", que el Gobierno facilita a los ciudadanos para adormecerlos y calmarlos podría ser una alegoría perfecta de los métodos actuales de entretenimiento masivo. De hecho, en nuestra sociedad es posible encontrar una cápsula de soma adaptada a las preferencias de cada ciudadano.

Una disección magistral de la sociedad de consumo que Huley supo comprender y temer desde sus inicios, dejando un valioso mensaje oculto en su libro para la posteridad aunque, como siempre, ahora nos toca a nosotros comprender lo que estos tres autores pretendían decirnos y actuar en consecuencia.







Distopías


"Nosotros" de Yevgeni Zamiatin (1921)


Escrito en forma de diario por D-503, uno de los matemáticos encargados de construir la Integral. La historia comienza cuando el Bienhechor  propone que se realicen obras que reflejen la magnificiencia y hermosura del Estado único, con el fin de llevarlas a bordo de esta nave y así someter al bendito yugo de la razón todos aquellos seres desconocidos que pueblen los demás planetas y que tal vez se encuentren en el incivil estado de la libertad.

"Un mundo feliz" de Aldous Huxley (1931)

La historia comienza con una visita de un grupo estudiantil al Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres. En este lugar se producen seres humanos en cadena.
Los protagonistas de la historia serán dos trabajadores de este centro: Bernard Marx, un alfa-más cuyo inconformismo le lleva a sentirse continuamente fuera de lugar  y Lenina Crown, una beta-menos superficial, perfectamente adaptada y feliz.

"1984" de George Orwell (1949)

Narrado en primera persona por Winston Smith, miembro del Partido y trabajador del Ministerio de la Verdad, la historia se desarrolla en el contienente conocido como Oceanía, sometido a una dictadura totalitaria cuyo máximo exponente es el Gran Hermano.


A partir de este punto, es posible que desvele partes de la trama de estas novelas. Aconsejo leer estos tres títulos antes de continuar leyendo. Si has llegado hasta aquí atraído por el título, además, disfrutarás enormemente al hacerlo. 


Pese a estar ante tres novelas pertenecientes a un mismo género, cada una de ellas presenta elementos imprescindibles y diferenciadores. No sólo se trata de lo que une a estas novelas, una clara y reconocida inspiración por parte de Orwell y otra dudosa, aunque sospechosamente probable, por parte de Huxley en la novela del autor ruso, sino de lo que las distingue. Creo que la finalidad de los tres autores es advertir a la sociedad de algo, utilizar el futuro como medio para hablar del presente o, siendo más exactos, sobre a qué nos conduce el presente.

Personalmente, considero más posible la sociedad planteada en Un mundo feliz. Pese a que considere 1984 el mejor de los tres, creo que una sociedad basada en el odio y en la represión como la que nos plantea Orwell sólo es sostenible a corto plazo. De hecho, bajo mi punto de vista, esta novela es un reflejo de nuestra sociedad actual. Y opino, o quizás sólo tenga la esperanza, que una situación como la descrita acabaría estallando. Sin embargo, Huxley nos propone el control basado en la felicidad. Los individuos dispuestos a rebelarse en esta sociedad aparentemente utópica son escasos, más aún si la inteligencia se limita desde la concepción. Es, eso sí, una sociedad muy lejana. Actualmente nos encontramos muy lejos de que algo así sea factible, aunque me parece revelador que Huxley considere la industrialización como detonante de su distopía. Tal vez el nuestro sea el consumismo fruto de esa industrialización, quién sabe.

La sociedad de Zamiatin es tal vez la posibilidad a medio plazo. Un híbrido entre esa felicidad prefabricada de Huxley y la represión de Orwell. El individuo no sólo no se rebela, sino que concibe como salvaje e irracional todo lo que se salga de sus estrictas normas y horarios. La felicidad no se consigue a título individual, sino colectivo. El reto es conseguir que el individuo se sienta parte de ese colectivo, que se interprete como un número más.

La autoridad aparece representada en las tres novelas por una única entidad  Zamiatin nos propone una sociedad liderada por un individuo, conocido como el "Protector". Esta figura es similar a la del "Gran Hermano" creado por Orwell, un líder omnipotente y poderoso pero lejano y distante al mismo tiempo. En Un mundo feliz nos encontramos con la figura de Ford, padre de las cadenas de producción modernas. Pese a no aparecer directamente en la obra, es presentado como una especie de deidad, apareciendo su nombre en expresiones comunes como "¡Por el amor de Ford!".

El argumento base de las tres obras es muy similar. En los tres casos el protagonista, masculino, sufre una crisis existencial. Un suceso o detonante le lleva a cuestionarse la realidad. Tanto en 1984 como en Nosotros,  este detonante es una mujer. En la novela del escritor ruso, nos encontramos con I-330, una mujer inteligente y cautivadora que conquista al protagonista con fines poco claros. Sin embargo, la Julia de Orwell es mucho más inocente. Sus motivos son puros y obedecen a intereses románticos, no estratégicos. Aunque, en ambos casos, es la mujer quien dirige al protagonista y lo induce a quebrantar las normas.
En Un mundo feliz este detonante es algo más complejo y no se encuentra acotado en el tiempo como en los casos anteriores. A Bernard Marx es  su inteligencia, claramente superior a la media, lo que le impide conformarse y le lleva a replantearse todo.

La sexualidad es otro de elemento clave de estas distopías. Tanto Nosotros como Un mundo feliz coinciden a la hora de liberar el sexo, utilizándolo como una especie de pasatiempo. En la sociedad infantil de Huxley, el sexo es libre y fácil, despojado de toda responsabilidad o afecto. Zamiatin idea un sistema basado en suscripciones gestionadas por el Estado mediante billetes rosas que conceden a los amantes la oportunidad de cerrar las cortinas de sus apartamentos de cristal durante el acto. Orwell, sin embargo, nos plantea el sexo como un servicio ingrato dedicado a concebir nuevos militantes del Partido. De hecho, en la novela aparece un movimiento denominado "Liga Juvenil Antisex" cuyo objetivo es promover la castidad y la pureza.

Relacionado directamente con el uso que se da a la sexualidad en cada una de estas sociedades, se encuentra el control de la natalidad. Mientras que en 1984 se sigue procreando a la manera tradicional, .
En Nosotros los hijos son sustraídos en el mismo momento del nacimiento, siendo educados por el Estado y desprovistos de todo vínculo familiar.

Huxley va aún más lejos y propone una industrialización del proceso. Los individuos son creados en una cadena de montaje, se prescinde por completo del concepto "familia". Ni siquiera existe la figura materna. Quizás lo más llamativo del proceso sean los grupos Bokanovsky, individuos procedentes de un mismo óvulo y físicamente idénticos. Esta característica se da únicamente en los miembros de clases inferiores, Gammas, Deltas y Epsilon, siendo los tan sólo los Alfas y Betas genéticamente variados. Este sistema de castas determinará, además, todo el desarrollo del feto. Acorde a su posición en la pirámide social, serán educados y criados de una u otra manera. 

La colectivización del individuo es, quizás, el elemento clave y mayor nexo de unión entre las tres obras. Zamiatin lo deja claro en su novela desde el principio, ya que el título responde a esta idea. En Nosotros el individuo ha desaparecido y, con él, todo rastro de privacidad o independencia. Las viviendas de cristal exponen a cada número, así se denomina a las personas en esta distopía, al escrutinio del resto. Cada minuto del día se encuentra minuciosamente detallado en la Tabla de las Horas , incluídas las dos horas de asuntos personales fijadas invariablemente de 16 a 17 y de 21 a 22 horas que el protagonista espera que algún día desaparezcan y puedan ser integradas en la fórmula general.

Huxley nos plantea una sociedad colectivizada por jerarquías sociales. Mientras se presenta a los estamentos inferiores como una masa uniforme e indiferenciada, los miembros superiores de la pirámide social sí se encuentran diferenciados entre sí. 

Para reflejar este concepto en su obra, Orwell recurre al uso de los uniformes. Los grises uniformes de los miembros del Partido son presentados a lo largo de la novela como un medio para despojar al individuo de toda personalidad posible. Uno de los actos rebeldes de Julia consiste, de hecho, en quitarse el uniforme y ataviarse con ropas más femeninas. 

Aunque los uniformes son claves en este aspecto, la novela va más allá. Los edificios de cristal de Zamiatin son reinterpretados por Orwell en forma de telepantallas, unos artefactos presentes en todo edificio público y vivienda que se encarga de transmitir los mensajes del Partido y de vigilar a sus miembros con el fin de detectar cualquier posible crimental, delito perseguido por la Policía del Pensamiento. De hecho, es probablemente el único delito posible en la sociedad de 1984

Otra similitud entre las tres novelas es la aparición de un lugar, una localización en la que el protagonista puede sentirse relativamente libre. En Nosotros este lugar es la "Casa Antigua". Para Huxley es "La Reserva" y para Orwell el apartamento que Winston alquila. Tanto Huxley como Zamiatin plantean, además, la existencia de sociedades ajenas a las representadas en sus obras. En Nosotros es una posibilidad que existe más allá del Muro Verde y en Un mundo feliz una certeza ubicada en la Reserva de Malpaís. Orwell, por el contrario, divide el mundo en tres continentes (Eurasia, Oceanía y Estasia) cuyas sociedades, si bien distintas, cuentan con cuantiosas semejanzas. 

Claramente inspirada en "la máquina del Protector" de Nosotros, se encuentra la temida "habitación 101" de Orwell aunque su finalidad no puede ser más distinta. Si en la novela de Zamiatin el castigo por la traición es la muerte, en 1984 se propone algo diferente. Al Gran Hermano no le basta con el castigo físico, su poder va más allá y lo que realmente se busca en el Ministerio del Amor es lograr la sumisión total del individuo, conseguir que el propio traidor acoja libre y voluntariamente el dominio del Gran Hermano.

Otra similitud es esa Tabla de las horas que el protagonista de Nosotros practicamente idolatra, fácilmente identificable en  los tres lemas del Partido que aparecen repetidamente a lo largo de 1984

Independientemente de la multitud de elementos que puedan unir estas tres novelas, creo que lo que realmente merece la atención y reflexión del lector son los elementos que las diferencian. Esos son sus puntos fuertes y los que hacen de cada una de ellas sea única. En definitiva, tres magníficas e imprescindibles obras de obligada lectura en las que la inspiración juega un papel determinante pero no decisivo.


Si te interesa el tema, hay una segunda parte de este artículo disponible.